sábado, 23 de enero de 2010

Editorial Febrero 2010


Quiero ser tu fortaleza en tu debilidad, quiero ser tu apoyo y contigo poder contar.


Y las calles se inundan de colores rojo y rosa, del olor a rosas, chocolates; es una combinación de aire dulce con tintes de melancolía. Llegó febrero, mes del amor y la amistad. Son afortunadas las personas que pueden contar con amigos de verdad, que estén en las buenas y en los momentos más difíciles.
En una verdadera amistad, se entrega el alma sin esperar nada a cambio. Los amigos se escogen y eso implica un gran compromiso, pero también la amistad es un hilo tan delgado e invisible que se puede romper en un instante. No se necesitan pruebas físicas para comprobar que eres o tienes un gran amigo; la prueba más aunténtica de la amistad es aquella en la que un amigo te da las palabras y el apoyo necesario para levantarte y seguir adelante, el que cree en ti sin dudar y te brinda las herramientas necesarias para poder lograr las cosas.
Una verdadera amistad soporta las pruebas más difíciles: la distancia, el tiempo, malos entendidos, confusiones, etc. Si después de todo esto esa persona sigue a tu lado, hay que valorarla y no dejarla ir.
Un amigo es aquel con el que puedes platicar de todo y el tiempo se pasa volando; es escuchar sus problemas, sus alegrías, sus tristezas, compartirlas y hacerlas parte de tu vida; es no sólo pensar en ti, sino también en la otra persona; es sentirte feliz cuando se ven y que los recuerdos de las vivencias juntos te hagan sonreir y enriquezcan tu vida.
Si tienes uno, dos o más amigos, no desaproveches el tiempo y agradéceles dejarte compartir tu vida con ellos. Al final, lo único que nos llevamos cuando morimos, son los gratos recuerdos en el corazón.