Editorial Noviembre 2008

Este mes los mexicanos y los oaxaqueños celebraremos el Día de Muertos, año tras año esta tradición tiene un significado especial para cada familia.

Para mí significa añoranza y esperanza, el olor de las flores de cempasúchil, el calor de las veladoras, la combinación de olores que resulta del chocolate, de la calabaza en dulce, del tejocote y del pan de muerto, pero sobre todo recordar a mi abuelita terminando de colocar el altar de muertos es lo que más extrañaré y la esperanza de volver a estar con ella en un futuro, es un aliciente.

La muerte tiene un significado especial para los mexicanos, cuando la muerte llega, nos ilumina la vida, si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo la vida, "dime como mueres y te diré como eres". Le tememos porque nadie nos puede explicar qué se siente; nos reímos de ella a través de las calaveras, con su imagen chocarrera para evitar llorar por lo irremediable y por no querer sentir dolor se vuelve jocosa e irónica; la veneramos y le rendimos culto y la celebramos al tener la esperanza de una nueva vida y el consuelo de que ésta sea mejor.

Debemos apreciar cada día que pasamos junto a nuestros seres queridos, familia y amigos, porque uno no dimensiona ni es capaz de comprender cuánto desearíamos pasar un minuto más con ellos hasta que ya no están con nosotros, hay que darnos tiempo para convivir, reír, llorar y disfrutar el tiempo que nos quede, dejar a un lado todos los problemas que estamos viviendo, por más difícil que sea, al final, lo único que todos tenemos seguro es la muerte.

No olvidemos a nuestros muertos, preservemos esta tradición que, además de hermosa, nos hace recordar que la vida se vive sólo una vez y de nosotros depende disfrutarla al máximo.